Modelo de empresa tecnológica en la región, Invap exporta sus productos a todo el mundo. Reactores nucleares de investigación, satélites y radares son solo algunos de sus logros más recientes. DEF viajó a Bariloche para conocer en primera persona cómo es hacer tecnología en el país.
La sala mide unos 30 metros de largo y tiene casi tres pisos de alto. Está rodeada de paredones de un blanco absoluto recortados solo por ventanas de grueso vidrio por las que de vez en cuando se asoma algún curioso. Una grúa gigante pende del techo y, desde el piso, también blanco, andamios sostienen dos paneles de color cobrizo. En el medio, un módulo que, por sus formas, hace pensar que está destinado a ir más allá de los límites de la atmósfera.
No, no es un set de filmación de Kubrick, aunque bien podría haber sido una locación para 2001 Odisea del Espacio. Tampoco piense en un laboratorio de la NASA -la agencia espacial norteamericana-, porque una gran bandera argentina delata que se trata de un predio vernáculo. Es la Sala de Integración Satelital de Invap, una empresa que desde hace más de 35 años desarrolla tecnología de avanzada en diferentes campos de la industria, la ciencia y la investigación aplicada, creando “paquetes tecnológicos” de alto valor agregado.
El último gran éxito de Invap fue el SAC-D/Aquarius, un satélite de aplicaciones científicas para medir la salinidad de los océanos, construido en el país en sociedad con la NASA, pero el portfolio de la empresa tiene más de mil proyectos concluidos que se dividen entre las áreas Nuclear, Aeroespacial y Gobierno, Industrial y Energías Alternativas, y Sistemas Médicos. Si hay que hablar de clientes, Australia, Argelia, Brasil, EE. UU., Egipto y Venezuela son solo algunos de ellos.
Un equipo de DEF viajó a San Carlos de Bariloche para conocer de primera mano cómo es trabajar en esta empresa única en su tipo, no solo por la complejidad de los productos que realiza, sino por la calidad de su capital humano y las condiciones con las que opera: a pesar de ser una empresa del Estado, trabaja y se gerencia como cualquier empresa privada, esto es, a través de proyectos y clientes. Además, sus empleados tienen participación en las ganancias y presencia en el directorio mediante la elección de un representante.
CON LOS PIES EN EL CIELO
El artefacto sobre el que trabajaban afanosamente una docena de técnicos en la Sala de Integración -aquel ambiente enorme y blanco- efectivamente estaba destinado al espacio. Es el ARSAT-1, el primero de una serie de satélites geoestacionarios de comunicación con fines comerciales. El proyecto, que implica el diseño, la fabricación y la puesta en operación de tres artefactos, se dio a través de un contrato con la sociedad anónima de capital estatal ARSAT, la cual tiene los derechos exclusivos para comercializar la posición orbital Geoestacionaria 72º y 81° Oeste, en banda Ku (Norteamérica y Sudamérica) y en banda C (Hemisférica). En términos prácticos, esto quiere decir que Argentina podrá brindar servicios de telefonía y datos, Internet y TV a usuarios en todo el territorio nacional y Cono Sur.
Los satélites de la serie ARSAT, que volarán a una altura de 36.000 kilómetros sobre el nivel del mar y tendrán una vida útil de 15 años, conformarán el Sistema Satelital Geoestacionario Argentino de Telecomunicaciones (SSGAT). Se empezarán a lanzar desde 2013.
No es la primera vez que Invap desarrolla un satélite. De hecho, ya lleva 20 años de experiencia en el área. En 2011 concluyó la serie SAC (Satélite Argentino Científico), fruto de un convenio entre la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), del lado argentino, y su par norteamericana, la NASA, a principios de la década del 90. A diferencia de los ARSAT, la aplicación de los SAC es eminentemente científica y de investigación.
El último de los SAC, el SAC-D/Aquarius, fue lanzado el 10 de junio de 2011 y no ha despertado más que elogios desde aquella fecha. El satélite transporta ocho instrumentos, cinco de los cuales son de factura argentina: radiómetros de microondas, cámaras de alta sensibilidad y cámaras térmicas. La NASA aportó el instrumento principal, el Aquarius, un dispositivo de 200 millones de dólares cuyo propósito es medir la salinidad de los océanos, indicador que, según dicen, sirve para entender mejor el cambio climático. El SAC-D podrá mensurar regiones oceánicas nunca antes medidas.
La serie SAC constó del diseño y la construcción de cuatro satélites, y todos han dado prueba de sus enormes capacidades. El tercero de ellos, el SAC-C, que fue lanzado en el año 2000, debía tener una vida operativa por contrato de cuatro años, pero gracias a sucesivas actualizaciones hechas desde tierra el satélite sigue en operaciones. A fines del año pasado cumplió los once años de servicio.
Aun en situaciones adversas, los satélites de Invap respondieron bien. Según señaló a DEF Tulio Calderón, gerente de la División de Proyectos Aeroespacial y de Gobierno de Invap, en el historial de la empresa se recuerda con una “mixtura de lamento y alegría” el lanzamiento del primer satélite, el SAC-B. El artefacto fue lanzado con un tipo de cohete que estaba en desarrollo en ese momento, que no pudo separar el satélite de la última etapa que lo llevaba. Calderón recordó que “el satélite tuvo su vida corta, aunque virtuosa: pudo desplegar paneles, controlarse desde tierra y estabilizarse un poco en órbita. Nuestra intención era poder cargar baterías y tener capacidad de control mínima a ver si se podía manejar algún parámetro de emisión. Pero era como un pequeño auto con un gigante acoplado atrás. No estaba diseñado para eso, tuvimos tres o cuatro días de intentos y se perdió. Sin embargo, el satélite funcionó perfecto y respondió a esa anomalía completa, así que la gente se quedó conforme con haber hecho todo lo que se pudo hacer y con que lo que se había hecho, funcionaba”.
UN ESTILO ÚNICO
Los logros del área Aeroespacial son una clara muestra de la idea fuerza que da vida a Invap desde su comienzo: “No al colonialismo mental”. En palabras de Héctor Otheguy, gerente general y CEO de la empresa, “no se debe creer que hay cosas muy complejas que solo las pueden hacer los países desarrollados y que no son para países como los nuestros. Esto no es así, la materia gris es la misma aquí que en Europa, EE. UU., Japón o China”, afirmó Otheguy. “Hay que tener la confianza en uno mismo, no hay desafío que uno no pueda afrontar bien planteado y con los recursos necesarios”, resaltó.
Otro concepto que tuvieron muy claro los creadores de la empresa es que Invap viviría de sus ventas. Y así lo hace. A pesar de ser una empresa del Estado (provincial en su caso), no cuenta con subsidios ni aportes del tesoro. “Sí hubo un mínimo aporte inicial cuando se creó la empresa, que hoy no llegaría a los 200.000 dólares”, explicó Otheguy. A partir de allí, se fue incrementando la actividad, capitalizando las ganancias y reinvirtiéndolas un 100% en nuevos proyectos, facilidades, capacitación de recursos humanos, bienes de uso, etc. Es de destacar que la provincia de Río Negro, dueña de la empresa, jamás tomó dividendos cuando los balances fueron positivos.
Y si de ganancias se habla, una particularidad que no se puede dejar de mencionar en tiempos en que se discute la participación de los empleados en las ganancias de la empresa, es que Invap ya lo viene haciendo casi desde sus comienzos. Cuando los ejercicios son favorables, se reparte una porción de sus ingresos -en promedio, un 20%- de manera igual entre todos sus empleados. De esta forma, a fin de año todos cobran el mismo bono, desde el gerente general hasta el último operario. El único requisito es tener un año de antigüedad. En el último ejercicio, el bono fue de 1000 dólares.
“Por supuesto, los sueldos son distintos -aclara el gerente general-, pero el concepto es que para que a la empresa le fuera bien, todos tuvimos que poner nuestro granito de arena desde nuestra área de trabajo. De todas las utilidades, una parte va para los empleados que colaboraron a obtener esa ganancia, y la otra para asegurar la continuidad de la empresa y, eventualmente, el desarrollo y crecimiento. Esto es sinérgico a que la gente considere la empresa como propia”, resaltó Otheguy. En la misma línea, todos los empleados de Invap reciben el mismo plan para su cobertura médica. De nuevo, desde el gerente general al último técnico.
COMPROMISO ASUMIDO
Recorriendo los pasillos y laboratorios de Invap, el equipo de DEF pudo vivenciar cómo los empleados se “ponen la camiseta”. En el laboratorio de Producción Electrónica, dialogamos con Gilberto Hughes, coordinador del área, quien trabaja en Invap desde hace cinco años, después de haberse recibido de ingeniero electrónico en Mar del Plata. Dijo sentir “un gran orgullo” por ser parte de la empresa. “En este lugar se fabrican cosas que solo se hacen en los países de primer nivel, y poder ver reflejada una tecnología de tan altísimo nivel, hecha por argentinos, pensada por argentinos, diseñada por argentinos, enorgullece mucho”, subrayó.
Ese compromiso con la empresa fue fundamental para su sostenimiento y crecimiento a lo largo del tiempo. “Hubo que poner mucho más que el horario para vencer las dificultades de hacer una empresa de tecnología en un país que no estaba preparado o que no tenía esa tradición”, recordó Héctor Otheguy y aseguró que “sin esa dedicación superadicional de gran parte de los empleados de la empresa, Invap no se hubiera desarrollado”.
Por ello, el gran desafío actual, según el gerente general, es que “los más veteranos le transmitimos esa filosofía a la gente nueva”. Durante los últimos años, Invap entró en un proceso de incorporación de gente joven gracias a la expansión de la empresa. “Los chicos de entre 20 y 30 años no son lo mismo que cuando nosotros teníamos esa edad, eran otros valores y expectativas en cuanto a la relación de equilibrio entre familia y trabajo”, señaló Otheguy.
De todas formas, ese espíritu parece mantenerse intacto en las palabras de Gilberto Hughes, representante de la franja etaria más joven: “Quizás en algunos momentos los niveles de exigencia son altos, las rutinas diarias son difíciles, a veces hay que trabajar a contrarreloj, los tiempos de entrega de los materiales no son los que nosotros querríamos que fueran, pero sabemos que formamos parte de un gran equipo y que entre todos podemos ir luchando contra todas las adversidades para poder fabricar satélites, reactores nucleares, radares, toda tecnología de primer nivel”. La llama de Invap sigue ardiendo en las nuevas camadas.
PARECIDO PERO DIFERENTE
¿De dónde viene este modelo tan particular de empresa? En rigor de verdad, el modelo de empresa que adoptó Invap también responde a la máxima de evitar el colonialismo mental, ya que no es copia de ningún modelo particular. Cierto es que Conrado Varotto, el creador del grupo que dio origen a la empresa y su primer gerente general (ver recuadro sobre la historia de Invap), vivenció el surgimiento de Silicon Valley cuando estaba radicado en California y trabajaba en la Universidad de Stanford. Allí pudo ver cómo una universidad de altísimo nivel técnico se relacionaba con empresas y cómo ambos se nutrían de esa relación. Pero también había sido discípulo y trabajado con Jorge Sábato, el padre de los desarrollos tecnológicos en la Argentina dentro de la Comisión de Energía Atómica, por lo que no desconocía cómo se hacían las cosas en su país.
“Cuando empezó Invap, no copió nada, porque no hubiera andado acá -aseguró Héctor Otheguy, quien está en la empresa desde sus comienzos-, pero vio el virtuosismo de la relación entre el alto nivel científico conectado con empresas de alta tecnología”. De manera que Invap se formó como una empresa sui generis de base tecnológica.
Esa organización diferente se expresa, por ejemplo, en su organigrama: a diferencia de muchas empresas de su tipo, Invap presenta una estructura bastante plana, donde la Gerencia General y las Gerencias son prácticamente una sola capa. De allí hacia abajo solo quedan jefes y operarios. Cada área se maneja con bastante autonomía, y en las relaciones inter e intragerencias reina la informalidad. “Todo esto hace que permita responder y cambiar rápidamente frente a los desafíos que hay”, resaltó Otheguy.
La necesidad de adaptación al cambio proviene de que Invap es una empresa de proyectos. A diferencia de una de productos, en las que se hace el mismo objeto en serie, Invap trabaja a lo sumo con una serie corta, pero nunca con un producto masivo y estándar. Recordemos que sus desarrollos son reactores nucleares de investigación, satélites, radares, solo por mencionar algunos.
Los empleados están acostumbrados a comenzar un proyecto y en un par de años terminar su participación en ese y pasar a otro. “Esto significa cambiar de compañero de trabajo, cambiar el lugar de trabajo, a veces cambiar de ciudad de trabajo e incluso de país”, señaló el gerente general. “Estas características son fundamentales para una empresa de tecnología que quiere competir en el mundo, como hace Invap. Si no tuviéramos ese nivel de compenetración de la gente para comprender que eso es necesario, no suficiente, pero imprescindible para hacer este tipo de trabajo, no podría desarrollarse la empresa”.
En este momento, Gilberto Hughes y los técnicos y técnicas del Área de Producción Electrónica están armando todas las placas y cajas que después se montan dentro del satélite, pero quién sabe qué nuevo desafío les deparará un próximo proyecto de Invap.
LOS REACTORES, UNA MARCA REGISTRADA
Un informe sobre Invap no se acercaría siquiera a su objetivo si no tomara en cuenta la División de Proyectos Nucleares, primer motor de crecimiento para la empresa. “En los años iniciales, salvo algún trabajo para privados, lo más voluminoso venía de proyectos nucleares que nos encargó la CONEA”, recordó Héctor Otheguy.
Los reactores que desarrolla Invap son reactores de investigación, llamados así en forma genérica, no centrales nucleares. Las centrales generan energía eléctrica, los de investigación, no, sino que generan neutrones para fines científicos; producen radioisótopos para medicina, o para irradiar materiales y ver qué sucede cuando se los somete a flujos neutrónicos altos. A pesar de que son reactores mucho más chicos que la central nuclear (casi cien veces), su complejidad hace que el monto de fabricación sea solamente entre diez y veinte veces menor que las centrales nucleares.
Quien conoce muy bien el desarrollo del área Nuclear es Juan Pablo Ordóñez, subgerente de esa división y egresado de la primera promoción de ingenieros nucleares del Instituto Balseiro. Ordóñez realizó sus tesis de grado sobre el RA6, el primer reactor de investigación y producción de radioisótopos construido por Invap, que funciona en el predio del Centro Atómico Bariloche. “Gracias a esa plataforma, pudimos salir a vender reactores al exterior. Así lo hicimos en forma sucesiva con los reactores de Argelia, Egipto y Australia”, destacó Ordóñez.
Cuando Argentina, a fuerza de desinversión en ciencia, desmanteló su plan nuclear en la transición de la década del 80 al 90, los proyectos en el exterior fueron un bálsamo para Invap, que se venía desempeñando como un brazo ejecutor de la CONEA. Tanto el reactor de Egipto como el de Australia se ganaron en licitación internacional, compitiendo contra empresas de origen alemán, canadiense, americano, y francés, por ejemplo. El mercado internacional sirvió para que Invap se posicionara como una marca de referencia a nivel mundial en reactores nucleares de investigación.
En ese sentido, el contrato para construir el reactor OPAL en Australia -firmado en julio de 2000- se convirtió en un hito histórico para la ciencia aplicada argentina: el acuerdo se hizo por un monto de 180 millones de dólares, el mayor monto implicado en una venta al contado de una planta de tecnología avanzada “llave en mano” hecha por Argentina. Para los australianos, fue la mayor adquisición de una herramienta de investigación científica en toda su historia.
La construcción del OPAL comenzó en 2002 y concluyó en 2006. Juan Pablo Ordóñez estuvo a cargo de la dirección del proyecto. El reactor es uno de los dos más modernos del mundo: su tanque moderador -fabricado por Invap- es una de las piezas soldadas en zircaloy más complejas del planeta. El OPAL es utilizado para investigación científica en los campos de la salud, el medioambiente y la industria, y para la producción de radioisótopos con fines medicinales.
“Ahora estamos diseñando otros reactores en base al que hicimos para Australia, uno para Argentina y otro para Brasil, que son parte de un proyecto conjunto para tener reactores de investigación similares en cada país”, contó Juan Pablo Ordóñez y agregó que “lo que empezó como un proyecto en Argentina, que sirvió como plataforma para comercializar proyectos en el exterior, retorna ahora al país en los conocimientos que aprendimos afuera con un nuevo proyecto ya de una generación mucho más avanzada que lo que hicimos hace treinta años”.
Invap se ha especializado en este nicho del mercado y, mientras que en el mundo hay cuatro empresas que trabajan en el área de reactores de investigación, la empresa argentina es la que en los últimos 20 años más trabajo ha tenido.
LO QUE VIENE
Invap ha ampliado su espectro de productos a lo largo de su historia. Particularmente, los últimos diez años han sido de gran crecimiento para la empresa. De hecho, comenzó 2012 alcanzando los mil empleados, una cifra que no le era propia desde la crisis que afrontó la empresa a finales de los 80.
En el área nuclear, Invap apuesta a ampliar el mercado internacional. “Hoy Invap es una marca -aseguró Héctor Otheguy-, nos llaman donde hay licitaciones internacionales de reactores de investigación y producción de radioisótopos. Antes teníamos que tratar que nos inviten; hoy, nos invitan”. La idea de la gerencia es capitalizar la excelente reputación que les dejó sobre todo el reactor OPAL de Australia. El gerente general confió a DEF que el año que viene participarán de una licitación en Sudáfrica, y que hubo una muy importante en Holanda, un proyecto de 450 millones de dólares, en la que la oferta de la empresa argentina había sido la preferida. Finalmente, el proyecto no prosperó porque los holandeses no consiguieron armar el paquete financiero y lo desmontaron.
Invap no mantiene un modelo de acción estable, sino que se va adaptando a los requerimientos del mercado. “A diferencia de la década del 90, cuando tuvimos un proyecto muy importante que fue Egipto, y de la década del 2000, en la que tuvimos Australia, ahora desarrollamos unos cuantos proyectos, pero más chicos. Pasamos de ser una empresa monoproyecto muy grande, con algunas cositas chicas, a tener varias cosas medianas”, explicó Otheguy.
En el área satelital, sucede algo parecido al área nuclear: el SAC-D, el último satélite lanzado, se convirtió en un emblema como lo fue el reactor de Australia. “Que la agencia espacial número uno del mundo, la NASA, haya confiado un instrumento de casi 200 millones de dólares (que sumado al lanzamiento fueron 300 millones), a un satélite diseñado y fabricado en la Argentina nos da una chapa importantísima para cualquier licitación internacional”, resaltó Otheguy. La idea, entonces, es también ampliar los mercados en la rama aeroespacial.
Además de la serie ARSAT, Invap está trabajando con la ASI (Agenzia Spaziale Italiana) para hacer dos satélites de radar, el SAOCOM 1A y 1B. Son artefactos de observación por microondas que generan imágenes del territorio. Según explicó Tulio Calderón, “la idea es volar satélites que nos digan qué humedad hay en el suelo en los sectores productivos agrícolas del país. Son radares bastante complicados en los que se miden un montón de parámetros del suelo y además dan información sobre el tipo de superficie que tenemos abajo”.
EL RADAR NACIONAL
Otro desarrollo relativamente nuevo que ha incorporado Invap es la construcción de radares para vigilancia del espacio aéreo. Es un desarrollo que se hizo de cero. Tradicionalmente se hacían licitaciones internacionales entre empresas extranjeras para cubrir la necesidad de satélites, pero en los últimos años los participantes se impugnaban entre ellos y la red de radares no avanzaba. En octubre de 2004, por medio del Decreto 1407, el gobierno nacional aprobó un plan de radarización donde se hacía hincapié en que se procurara la máxima participación nacional. Invap fue la encargada de proveerlos. “Es un hecho desde el punto de la política de defensa y la política industrial del país al que no se le ha dado el mérito que tiene”, dijo al respecto Héctor Otheguy.
Hasta el momento hay dos radares: uno de mediano alcance, en Santiago del Estero, y uno de largo alcance en Las Lomitas, Formosa. Del modelo de mediano alcance (200 km), salió un producto nuevo que en un principio no estaba previsto, pero que también es útil, simple, y barato. De los de largo alcance se están haciendo seis más y se instalarán en la frontera norte.
En cuanto al esquema de negocio, es parecido a los de los casos de los reactores y satélites: “Cuando mostremos todo un sistema funcionando, la idea es también vender afuera”, confió el gerente general y aseguró que “las fuerzas aéreas de países vecinos están mirando a ver qué pasa con esto: les interesaría mucho más tener un proveedor dentro del Mercosur que uno que viene de Europa, Japón o China”.
Otro hecho a destacar para el futuro de la empresa es que las Fuerzas Armadas y las de Seguridad se pusieron de acuerdo en los requerimientos para los sistemas de aviones no tripulados. “Estamos trabajando en un proyecto conjunto para hacer estos desarrollos, utilizando no solo la capacidad de Invap, sino para que actúe como eje conductor de varias empresas”. La idea es hacer un programa que satisfaga requerimientos comunes y después especializar productos para cada una de las fuerzas de acuerdo a las necesidades particulares. “Va a haber un sistema argentino, de manera que después los repuestos, la estrategia y la seguridad dependan de los intereses nacionales. Y genera un montón de trabajo”, resaltó Otheguy.
Sobre ese último punto, el del trabajo, hizo una especial aclaración: “En el objeto social de Invap, al que hemos cambiado hace poco, figura la creación de fuentes genuinas de trabajo. ¿A través de qué? De desarrollos tecnológicos, en la parte nuclear, comunicaciones, espacial, satelital”. De esta forma, la misión fundamental de Invap sigue siendo el desarrollo tecnológico, pero, además, sirve a la creación de fuentes de trabajo reales, que terminan haciendo un producto concreto. “A través de esto no solo crece Invap sino que, a través de nosotros, también lo hacen un montón de empresas que son proveedoras”, concluyó.