viernes, 22 de mayo de 2009

Una década como íntimos enemigos

Las tensiones entre los dos fueron una constante en la era menemista. La rebeldía del gobernador chocaba con las réplicas del ex presidente.


Navegó estos días por los mares de Internet un mensaje con remitente menemista. Reproducía un artículo lejano, del 28 de diciembre del 94, con la visita del entonces presidente Menem, a la provincia de Santa Cruz, para la inauguración del aeropuerto de El Calafate.

Lo jugoso del recorte —no casualmente lo que al menemismo le importó resaltar—, es el recital de halagos que ese día brindó el gobernador Kirchner, por aquel tiempo cumpliendo su primer período en la provincia. "Un Presidente que escuchó a Santa Cruz", fue uno de los tantos cumplidos de Kirchner a Menem.

Se vio a un campo que con este ejercicio de memoria selectiva, el menemismo buscó resaltar las "contradicciones" entre lo que hizo y lo que ahora dice el santacruceño. Como sea, el episodio da pie para un repaso más amplio de las relaciones entre los dos rivales del ballottage; especialmente durante la década que gobernó Menem.

Y la retrospectiva dice que la de ellos fue, en verdad, una relación dominada por las tensiones y una desconfianza mutua. De entrada, a fines del 91, Kirchner se plantó como un díscolo del PJ que nunca encajaría en la que él decía la "casta menemista". Menem le haría sentir el rigor a esa rebeldía que llegaba del sur.

Hubo un punto sí sobre el que nunca se cruzaron reproches y que los tuvo siempre del mismo lado: la vocación de ambos por la reelección. Uno para perpetuarse en la Nación y el otro en la provincia.

A Menem le dio mala espina cuando asumió Kirchner en Santa Cruz. Le inquietaba que proviniera de la "tendencia" peronista y que por esa matriz ideológica pudiera correr por izquierda a su modelo de "economía popular de mercado".

Pero no fue hasta julio del 92 cuando estalló el primero de una larga serie de cortocircuitos. Por entonces, Kirchner acusó al canciller Di Tella de "entreguista e improvisado", por el acuerdo logrado con Chile por la zona de Hielos Continentales y el arbitraje por Laguna del Desierto.

Su cercanía a José Luis Manzano y su admiración —diluida con los años— por Cavallo, no le impidieron a Kirchner, en el 93, negarse a firmar el pacto fiscal que impulsaba la Nación. Ante eso, no le tembló la mano a Menem para recortarle a Santa Cruz fondos de coparticipación.

Después de impulsar su propia reelección, Kirchner apoyó la de Menem y se puso a favor del Pacto de Olivos. Pero igual se cruzó feo con Alberto Kohan, cuando éste planteó "abrir" la discusión que ya habían acordado Menem y Alfonsín: "Esto nos quita seriedad frente a la sociedad", acusó Kirchner.

Como convencional en Santa Fe dio motivos para que Menem se irritara con él: elogió a Chacho Alvarez, protagonizó duelos bravísimos con su ahora aliado Jorge Yoma y lamentó que el ucedeísta Alberto Albamonte hablara "en nombre del PJ".

La relación llegó a uno de sus picos de espesor cuando Kirchner decidió "bajarse" de la delegación que acompañó a Menem a un visita a Canadá; en represalia por los recortes a Santa Cruz y los "premios" a La Rioja. "Algunos deben terminar con sus exigencias", bramó Menem.

La tensión bajaría a fines del 94, cuando el ex presidente prometió la condición de zona franca para Santa Cruz. Tiempo después, derogaría Menem el decreto respectivo para supuestamente castigar la posición de Kirchner por los Hielos Continentales, contraria a la del Gobierno. Por obvias razones de supervivencia Kirchner jugaba al equilibrio para que Santa Cruz —con él adentro— no fuera condenada al ostracismo. Lo logró desacelerando cada tanto su pelea con Menem y valiéndose de los recursos de una provincia que le evitaban peregrinar por fondos nacionales.

Los acercamientos de Kirchner a los ex PJ José María Bordón y Gustavo Beliz (debía buscar afuera lo que en su partido no encontraba) lo llevaron a decir, en el 96, que el trío Corach-Kohan-Eduardo Menem "tienen prácticas similares a las de López Rega". Menem se crispó: "Para gobernar bien hay que comenzar por gobernar la lengua". En el 97 volvieron a chocar, cuando Menem dejó plantado a Kirchner, a sabiendas de que en Santa Cruz lo esperaba una acto de repudio de los petroleros.

Kirchner, que ya se sentía presidenciable, no esperó mucho su revancha: en octubre del 97, culpó a Menem por el triunfal debut de la Alianza. Y de paso exaltaría "la ratificación del pueblo de Santa Cruz" a su esposa Cristina luego de que en el Senado la separaran del bloque del PJ.

Se aproximaba el fin de Menem en el poder y Kirchner, que se declararía feliz con la fórmula Duhalde-Palito, sorprendió en febrero del 98: "Apoyaremos la chance de que Menem tenga su re-reelección". Pero fue una adhesión envenenada: "Siempre que antes haya una consulta popular, en la que yo voy a votar que no".

Fuente: clarin.com